jueves, 11 de enero de 2018

97. DICIEMBRE LLORA, Mª de los Ángeles de la Rosa

Desde el alféizar de su ventana en una novena planta, contemplo la calle fría y desierta. Sopla la tempestad de noviembre que agita y remueve los afanados recuerdos.
Esta tarde de invierno he ido a visitar al abuelo, pero su mirada inexpresiva, me devuelve dispersa al cristal de la ventana.
Hace ya tiempo que su porte erguido se venció, como el vecino árbol que contemplo en la distancia, hospitalario y fecundo, que después de años de entrega resiste combado la embestidura del tiempo.
Arrojo el vaho sobre el cristal, momentáneamente opaco, y escribo su nombre mientras espero impaciente una señal de regreso.
Su cuerpo trémulo, lejos de afligirse se revela, rígido. Su voz minúscula me llama.
.- Buenas, doña dulzura.
¡Mi caballero añorado!...Corro a su encuentro y aprovecho para besarle y decirle cuánto le quiero. En un acto heroico me sonríe y mi corazón acongojado abre las alas para recibirlo.
No hablamos... Le acaricio... Nos miramos... Una última lágrima cae furtiva por su rostro amado y se clava en mis entrañas por un instante eterno.

Desde el alféizar de su ventana, veo a diciembre abatir con saña el árbol curvado, mientras mi corazón, escudero, cabalga rebelde y desbocado.

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