martes, 30 de enero de 2018
262. EL DUELO DE LOS COBARDES, de Marc Cerrudo
Estaban dispuestos a morir, pero no mucho. Morir poco, esa era su idea. Batirse en duelo para que todo el pueblo supiera de su gallardía, pero sin necesidad de perder la vida en ello. Intercambiaban golpes inofensivos y teatrales, como dos críos jugando a las batallas, ante la estupefacta mirada de los vecinos. Cuando uno de los dos dio un golpe más fuerte de lo debido, se disculpó y advirtió del peligro de matarse sin querer con una estocada mal dada. La plaza mayor del pueblo se llenó de abucheos cuando cambiaron las espadas por dos palos de madera. Prosiguieron el duelo a bastonazos, hasta que uno impactó en la cabeza del otro, provocándole un molesto chichón. Le pusieron remedio a ese nuevo riesgo. Le pidieron al herrero del pueblo dos empuñaduras de espada, sin hoja. El duelo continuó con ambos batallando con espadas invisibles. El combate se convirtió en una suerte de baile patético, al que los vecinos se sumaron por puro desconcierto y mofa. Durante años esos vecinos contarían la historia del día que dos cobardes convirtieron el pueblo en una fiesta.
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