¿Qué te pasa hoy?, ¿por qué crepitas con tanta fuerza que a asustarme llegas? Tus chispas asaltan mis ojos. Ardes con tanto afán, que hasta mi mano quemas; para más tarde amenazar con apagarte mientras martilleo. ¿Por qué me haces retrasar?...
Mi padre te tuvo en tu lugar,
por aliado y compañero.
Como tal tratarte quiero,
y pareces no querer templar,
en esta espada de acero.
!Ayúdame a terminarla¡ Sabes que la juventud no es buena presentación en este menester, aunque oficio no falte, y conoces que D. Alonso es cliente antiguo de mucho encargo; y bien la pagará, que buena bolsa trajina.
¡Avívate!, que tan solo cuatro martillazos quedan, y en breve oiremos el carruaje de su mujer acercándose a recogerla.
Al fin, a terminarla alcanzamos. Ya la entrega celebré; ¡y a qué señora, pardiez!, qué sonrisa, qué mirada, qué belleza…
Por Dios con quién me encontré,
sin promesas ni porfías,
que ante el filo que entregué,
¡Ay! Amigo, tú ya sabías,
qué pecados pagaré.
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