miércoles, 31 de enero de 2018

348. TRES DUELOS Y UNA CHAQUETA A RAYAS, de Ramón Ferreres

La afligida viuda decidió guardar riguroso luto durante un año. Sabía que ya no se estilaba, pero su marido bien lo merecía, por su ejemplar comportamiento, por su apoyo incondicional y, especialmente, por Carlos, aquel maravilloso hijo fruto de su amor. En cambio, el joven siguió adelante con su vida: los amigos, su nueva novia, la universidad. Su padre no merecía una sola lágrima. Su duelo apenas duró un instante. No iba a perdonarle jamás que tuviese una amante. Esta, tan apenada como la esposa, decidió revelarle a su hija la identidad de su padre. Le habló de él, de lo imposible de su relación al ser un hombre casado, de cuánto las quería a ambas y de cómo la vio crecer a través de infinidad de fotografías. La joven, algo intranquila, quiso poner rostro a su padre. Conmovida, su madre le mostró una instantánea de ambos. Le costó reconocer a su madre, tan joven, pero enseguida reconoció a aquel hombre con una inconfundible chaqueta a rayas. La misma del retrato familiar que presidía el salón de casa de Carlos, su nuevo novio.

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