miércoles, 31 de enero de 2018
311. DUELO A GARROTAZOS, de Inés Pérez
Cuando el Museo del Prado queda cerrado y completamente en silencio, los dos hombres abandonan el lienzo, noche tras noche, con la actitud propia de quien sabe bien lo que tiene qué hacer y la forma de hacerlo, pues es tarea perfectamente aprendida. Después de dedicarse una mirada iletrada se disponen a emprenderla a garrotazos con su adversario, el semblante colérico de uno, turbio en el otro, las ropas propias de campesinos: chaqueta de basto paño oscuro que contrasta con el blanco de la camisa que se descubre debajo, pantalón de pana ajustado al cinto con faja de algodón y un sombrero característico de la época, que portan de la misma manera altiva que la del guerrero que se siente protegido por el yelmo. Los garrotes danzan entonces entre sus cuerpos, propinando a veces un golpe en una mejilla desprotegida y otras veces en un hombro que no supo esquivar el envite. Y no se cansan de esa lucha que repiten perpetuamente, día tras día, en un bucle de terror que los impulsa a levantar el garrote una vez más.
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