No se demoró en la pereza - como tampoco lo hizo, para admiración de la tropa, en las guerras contra Esparta - ni acosó dialécticamente a demasiada gente del camino. Llegó al Oráculo, donde vio lo que tenía que ver. Despreocupado, se propuso vivir. Ser como nunca antes por siempre, y a cada instante. Vivir para que la muerte le hallara con vida. Se dijo: “Camina, caminante, camina. A la verdad se llega con los pies por delante”.
Acabada la conversación dio, complacido, un sorbo a su copa.
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