Había una mosca en el avión. Ni ella misma hubiera imaginado nunca que algún día podría llegar a volar tan alto con sus diminutas alas.
Un ser tan insignificante por encima de las nubes; ríanse los gorriones, las palomas y los loros.
Pero, ¿acaso era consciente de la altura en la que orbitaba? ¿o tan solo pensaba que se desplazaba por una nave la cual perfectamente podría estar a ras de suelo?
El lector se preguntará qué hubiera sido de la mosca si se hubiera enterado de dónde y a qué altura estaba, pero, querido lector, mejor que le agradezcamos juntos al relativismo, pues de cuántos disgustos nos habrá salvado.
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