Por todos es conocida la existencia de duelos por disputas en El Lejano Oeste. Cientos de enfrentamientos por salvar el honor propio, muchas veces contra antiguos amigos o compañeros de aventuras. En nuestro caso nos centraremos en el acontecido en 1865 en Missouri entre “Wild Bill” Hickock y Davis Tutt.
Tutt había perdido buena parte de sus ahorros en una partida de póker que se alargaba más de la cuenta. Ante esta situación, le exigió a Hickock que le pagara una supuesta deuda contraída hacía tiempo. Hickock no estaba de acuerdo, así que Tutt, para cobrarse la deuda le cogió el reloj de oro que tenía sobre la mesa.
Al día siguiente todo estaba preparado para el duelo. Tutt apareció con el reloj en su muñeca, y aunque al principio no querían llegar a las armas, nadie lo pudo evitar. Tutt, considerado mejor tirador, desenfundó, mientras en el otro lado de la plaza, Hickock, afirmó su revólver sobre el antebrazo y disparó. Un único disparo por cada arma. Prácticamente al mismo tiempo. La bala de Hickock acertó entre la quinta y séptima costilla de su oponente. Con 29 años, Tutt, aún pudo articular su última frase: “Chicos, estoy muerto”.
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