miércoles, 27 de diciembre de 2017

35. AMANECERÁ, de Iris Carrasco

Haré de tu huida mi propio duelo, voy a llorarte mi amor, pero a mi manera. Voy a pensarte un rato, pero tumbada en la hierba, para recordar que la vida sigue tras tu partida. Voy a mirar tus fotos y después buscaré las mías, aquellas que me hice antes de conocerte, porque sin ti había vida, y yo aprendí a reír mucho antes de tu llegada.
Voy a soltar todas las lágrimas que te pertenecen, pero bajo la lluvia, porque así se perderán y ya no serán más tuyas.
Observaré detenidamente tu lado de la cama, y tras ello me tumbaré ocupando todo el espacio, para volver a aprender que nadie completa a nadie.
Y después de un tiempo me daré cuenta de que ya estoy bien, que un cobarde como tú no se merece un duelo y amanecerá, como siempre.

34. ANTAGONISTA, de Ángel Sáinz

Los dos terratenientes, vecinos con zonas en disputa, acordaron mantener un enfrentamiento directo, antes de que sus sirvientes y familiares llegasen a la sangre.
Ambos, que sentían desafiados sus intereses y buscaban satisfacción, acordaron utilizar como campo del honor un discreto caserío, sin testigos, a resguardo de los ojos de la autoridad.
Criados de confianza montarían guardia fuera, con órdenes de no interrumpir y de acatar la voluntad del vencedor.
Al amanecer, a puerta cerrada, con gesto serio y armas idénticas, los dos hombres se colocaron frente a frente.
Uno inició el lance mediante una acometida audaz. El otro, ceño fruncido, la detuvo de inmediato. La lucha amenazaba con prolongarse, recrudecida en medio de un silencio gélido.
La igualdad entre los rivales prolongó el choque, que no tuvo un vencedor claro. Había sido un buen combate. Ahora se miraban con respeto. Nunca hubieran pensado que tenían tanto en común, para empezar, una fina inteligencia.
El apretón de manos fue algo más que un gesto. La posibilidad de superar las controversias estaba cerca.
Los acompañantes se preguntaban qué había sucedido allí dentro, hasta que uno de los criados recogió las piezas y el tablero de ajedrez.

33. DUELO EN MADRID, de Héctor Daniel Olivera

Dolores, la mujer que ama, acaba de salir por la puerta, él sabe que no volverá a verla jamás. Es el enésimo y postrero dolor que muerde el alma del amante. Ambos están casados y en la sociedad hipócrita en la que viven, el suyo es un amor prohibido.

Retar a duelo al marido, ganar a la mujer o morir en el intento, sería una solución. Pero el cornudo está en Manila y allí se dirige su Dolores que ha escogido la placidez conyugal a la vida en pecado con un literato. Orfeo bajó a los infiernos en busca de Euridice, pero él no viajará a las Filipinas.

Mejor retarse a uno mismo. Fracasó en el amor, se casó pronto y mal; apoyó a los liberales que prometieron cambiar el país y se han llenado los bolsillos; emprendió una carrera literaria en España, donde escribir es llorar; demasiado sensible y responsable para una nación indolente que lo deja todo para mañana. Mariano de Larra considera que él es su peor enemigo.

El pobrecito hablador se descerrajó un tiro en la sien. Llevaba toda la vida preparándose para su suicidio, para su duelo particular.

32. UN DUELO CON TERCERA EN DISCORDIA, de Mª José Sánchez

Cada tarde, Rafa regresa del cole llorando. Su madre le pregunta qué ocurre; sin embargo, el pequeño se muestra esquivo.
Una mañana, Marina (mamá de Rafa) observa el patio del colegio desde la calle. Es la hora del recreo. Los niños juegan. Ve cómo a su hijo le arrebata la merienda un chaval bastante mayor. En días sucesivos, esta madre metida a detective repite movimiento y… más de lo mismo. Cansada de la situación, decide ponerle remedio. Prepara un bocadillo, a conciencia.
Antes de clase:
—Toma, cariño. Se te olvida el bocadillo.
—Gracias mami.
Después de clase:
—Hola, cariño. ¿Qué tal te ha ido hoy?
—Muy bien mami.
—¿Alguna novedad?
—Un niño de los cursos superiores me quitó el bocadillo, pero le sentó mal. Ha hecho caca muchas veces. Lo han mandado a casa.
—¡Vaya! ¡Seguro que ya no te lo quitará!
Así fue. A partir de entonces, nuestro protagonista volvió a disfrutar de su merienda matutina, pues el ladrón de bocatas huía de él como de la peste . Y Marina, farmacéutica titulada, patentó un nuevo laxante basado en el poder oculto de plantas desconocidas. Muy natural, aunque especialmente concebido para casos “desesperados”.




31. EL DUELO FINAL, de Alfonso Cabello

Corrían otros tiempos, los del honor en la empuñadura y la prosa en la boca. Eran apenas las 6 de la mañana, el canto del gallo pareció dictar sentencia. Allí estaban los dos, asistidos por sendos padrinos y un juez -¿imparcial?-. El uno barbilampiño, enjuto y nervioso como una damisela el día de su boda; el otro confiado y espigado, oteando el horizonte sobre la cabeza de su contrincante. Cuando el viento no corría a favor de ninguno y el gallo calló, el togado dio la señal con su pañuelo blanco. El brillo de los floretes zigzagueó indiferente a la alta o baja cuna de ambos. Iniciaron el baile con las piernas y la cintura. Combatían a muerte por su honor de caballeros. Días atrás un ultraje y una dama, habían mediado en el desafío que desembocaba ahora en tan singular pugna. La misma dama que apareció corriendo por el horizonte sollozando, implorando que acabaran son aquella locura… ¡No, no lo hagáis!. Había pasado media hora desde el inicio hasta el mortal desenlace. Ambos yacían postrados en el suelo, ambos vivos, frente a la dama. Un accidente había acabado con su enemistad. El mortal acero atravesaba su pecho.

30. PECADO CAPITAL, de Sara Medina

—A veces echo de menos a mi perro.
—¿Tenías un perro?
—Hace mucho, sí.
—¿Cómo se llamaba?
—Desafío.
—¿Se murió?
—No lo sé.
—¿No lo sabes?
—No, no lo sé.
—Yo también quise uno de pequeña, ¿sabes?
—¿Ah sí?
—Sí. Y quise también comprar pájaros para dejarlos después en libertad.
—¿En serio?
—Lo hacía Leonardo Da Vinci.
—¿Leonardo Da Vinci compraba pájaros?
—Y los dejaba después en libertad.
—Vaya, qué interesante.
—Aunque antes de esto de los pájaros, quise tener un perro.
—Es que los perros son una pasada.
—Una auténtica maravilla.
—Mucho mejor que los gatos.
—Sí, Mucho mejor.
—El problema fue mi madre: nunca me dejó tener un perro.
—¿No?
—No. Me dijo que tenía que pasear a uno imaginario durante una semana y a los cuatro días me cansé.
—Vaya, lo siento.
—Ya, bueno, no importa. Tú por lo menos tuviste a Desafío.
—Sí, es verdad, pero piensa que es muy sacrificado tener perro.
—Sí, sobre todo si no lo tienes.
—Ya, imagino.

29. APNEA, de Alberto Palacios

Los duelos de apnea empezaron en noviembre.
Carlos decía que podía estar sin respirar durante tres minutos. Algún fanfarrón dijo que podía superarlo y alguien organizó una competición para ver quién era el mejor aguantando el aire.
Al principio era una broma, pasábamos unos segundos con la nariz tapada mientras controlábamos el tiempo con un reloj, a veces nos echábamos a reír. Poco a poco se fue perfeccionando.
Pronto hubo unas normas, se usaban pinzas para la nariz y una mordaza que tapaba completamente la boca. Se organizaron campeonatos con eliminatorias feroces en las que se apostaban todo tipo de bienes y servicios.
Desde la dirección del instituto no hubo ninguna reacción hasta el día en que murió Carlos.
La policía concluyó que todo fue un desgraciado accidente, que Carlos se sintió mal y trató de quitarse la mordaza, pero no pudo. También se dijo que alguien lo preparó para que se asfixiara, que en aquel duelo se estaban jugando salir con Lucía, una de las chicas más deseadas de la clase.
Hace ya tanto tiempo… no se supo quién era el rival de Carlos, pero a Lucía sigue sin gustarle que yo diga que nunca tuve buenos pulmones.

28. MOSQUETERO ABOFETEADO, de Andrés Fornells

Pierre Montelieux, mosquetero del rey Luis XIII, se retiró a los cincuenta años al pueblecito en que había nacido. Ludópata empedernido y arruinado, lo mantenía su hermana lavandera.
Pierre, harapiento, frecuentaba una taberna donde buscaba ser invitado a beber por alguno interesado en las historias escandalosas que contaba sobre aristócratas de la corte.
Cierta mañana, saliendo Pierre del bar chocó con un petimetre parisino que, enojado, le gritó:
—¡No me ensucies puerco patán!
Encendido en ira, el ex mosquetero le respondió:
—Eres un montón de mierda, forastero.
Ofendido el caballero de ciudad, lo abofeteó con su guante.
—Mañana a las ocho, detrás de la iglesia, nos batiremos a muerte —desafió Pierre furibundo.
—De acuerdo, desgraciado.
Nada más irse Pierre, el tabernero se apresuró a decirle al ofensor:
—Habéis cometido un terrible error, caballero. Sois hombre muerto. Habéis convenido batiros en duelo con un maestro de armas.
—Dios, ¿cómo arreglo mi terrible error? —pidió el aterrado parisino.
—Os doy inmediatamente la dirección de su casa. Corred a pedirle perdón.
Pierre, magnánimo, le perdonó la vida por la suma de diez luises. Con este truco el tabernero cobraba las deudas que el ex mosquetero contraía con él.

27. ESTORIL 1956, de Hector Daniel Olivera

A Juan Carlos le apasiona el estudio de la Historia, no es de extrañar, desde hace cinco siglos narra las gestas de sus antepasados.

La primavera está siendo lluviosa, las gotas de agua repiquetean en los cristales, pero Juan Carlos no las oye, está absorto leyendo el episodio conocido como “El duelo de Carabanchel”. En 1870 Antonio de Orleans, duque de Montpensier, se batió y mató en duelo a su primo Enrique de Borbón, infante de España. Montpensier, cuñado de Isabel II, se postulaba para ceñir la corona que dejó vacante la Isabelona, derrocada dos años antes por el general Prim, quién había jurado que la familia Borbón no volvería jamás a reinar en España. Enrique pagó con su vida en un duelo a pistola su oposición a los planes de su primo. Al derramar sangre real, Montpensier arruinó sus posibilidades de ser rey en favor de Amadeo de Saboya.

Juan Carlos admira los lances caballerescos de los duelos, sus pugnas por honor, con su ritual y sus reglas de vida o muerte.

Se oye un disparo. La versión oficial sostiene que Juan Carlos mató accidentalmente a su hermano Alfonsito mientras limpiaba una pistola.

lunes, 25 de diciembre de 2017

26. DESCOMPENSADO, de Orlando Valle

Es media mañana. Un grupo de policías esgrimen porras frente a la puerta de Elías. Esgrimen la injusticia estampada en un papel. Entrarán por la fuerza, como un gusano negro devorador de vida. Es Elías escudo de carne trémula, esgrimiendo la palabra, el ruego y… No le queda otra que ser héroe por amor. Al final del pasillo… El feudo viene a deshojarle el techo. Igual hicieron hace meses con su empleo. El estigma de la época mordiendo a diestro y siniestro. A quienes nada saben de leyes mutantes.
-Hace mucho frío en la calle. Se lo ruego…
-Es una orden.
-Unos días más, por favor.
-Es una orden.
-Las niñas lloran… mi mujer…
-Apártese. Es una orden.
-El delito está en otra parte ¿Acaso no lo saben?
-¡Es una orden! ¡Apártese!
-Sobre sus cabezas penden varios cubos, todos contienen productos tóxicos ¿Desean comprobarlo? Un paso más y… Elías no se libró de la injusticia, pero su familia pasó una noche más al resguardo del frío. Los cubos no contenían nada, solo agua. La imaginación contra la fuerza bruta y ciega del feudo. La desesperación ante un duelo descompensado.

25. TRES SON MULTITUD, de Rufino García

CYRANO:
Por la alegría de Roxana
hasta pospondría la mía.
Oh, diosa de mi poesía,
mitad Venus, mitad Diana.

TENORIO:
Odiosa es vuestra presencia
tanto como vuestra fama,
marchaos sin resistencia,
detesto usar la violencia
cuando rondo alguna dama.

CYRANO:
¿Quién osa hablar a Cyrano
de modo tan irrisorio?

TENORIO:
Apartaos, vil gusano,
o moriréis de mi mano.
¡Qué yo soy don Juan Tenorio!

CYRANO:
Había oído hablar de vos,
alejaos de Roxana.
Aquí bajo su ventana,
no hay sitio para los dos.

TENORIO:
Otro muerto en desafío
será de gran interés
porque así mi lista amplío,
que tengo un hueco vacío
y redondeo a treinta y tres.
Desenvainad el acero
que esto no hay quien lo resista.
¡Voto a bríos! No lo tolero,
no ha nacido caballero
que me impida una conquista.

CYRANO:
¿Vos mancillar la pureza
y el encanto de una rosa,
la criatura más hermosa
que hay en la naturaleza?
Defenderé con firmeza
a la diosa de mi cielo
y al finalizar el duelo,
os ensarto con destreza.

ROXANA
Vuestro amor se extralimita.
¿A duelos, cual críos, jugando?
Pues sabed que no me excita.
Os dejo, voy a una cita
que Valmont me está esperando.

24. TARDE DE DUELO, de Jose Luis Baños

Después de comer, me apeteció ver de nuevo la película “Duelo al sol”. En la escena que la bella Jennifer Jones abraza a un malherido Gregory Peck, mi jefe me llamó por teléfono para comunicarme el fallecimiento de su padre. Fui hasta el tanatorio y acompañé a la familia de mi jefe en tan delicados momentos de duelo. Más tarde me encontré con un viejo amigo y fuimos a cenar. Ambos nos metimos entre pecho y espalda unos duelos y quebrantos, que luego acompañamos con varios cubatas hasta la madrugada. Nada más meterme en la cama, sentí las caricias de mi mujer. En silencio, nos amamos como nunca antes lo habíamos hecho. Me levanté antes de amanecer y cogí el autobús para ir al trabajo. A primera hora de la mañana me telefoneó mi mujer y tuvimos un duelo dialéctico porque ella juraba y perjuraba que yo no había dormido en casa, algo que yo desmentí. Cuando después del trabajo llegué a casa, mi mujer no estaba. La vecina de chalé pareado vino a pedirme un poco de sal. También me dijo que ella estaba dispuesta a entablar conmigo otro duelo amoroso. Yo me reí de su ocurrencia.

23 . DUELO 3.0, de Ramona Perea

Todos se habían ido a casa menos él. Juan, siendo el becario, tenía el encargo de testar in situ las variaciones que habían programado los técnicos ese día.

Y allí estaba, en mitad del laboratorio, con Thor a la derecha y Asimo a la izquierda. Ambos eran robots humanoides con capacidad para el reconocimiento de expresiones faciales, desplazarse con las piernas o utilizar sus manos.

El primer test era sencillo. Consistía en comprobar el funcionamiento de las manos. Se tenían que intercambiar un guante entre ambos, con tan mala suerte, que se equivocó al teclear. La mano de Thor, salió disparada a la cara de Asimo. Éste, sorprendido, intentó descifrar la expresión facial para averiguar si ese acto de su compañero, era un desafío para batirse en duelo como, según aparecía en sus archivos, antaño ocurría.

Juan se puso nervioso, haciendo que, sin querer, se le cayera a Thor el guante al suelo, justo a los pies de su compañero.

Para Asimo, ya no había duda. La afrenta estaba clara. Ni reconocimiento facial ni nada. Recogió el guante, con cara de pocos amigos.

Thor presintió que, sin quererlo ni poder evitarlo, un duelo se había fraguado.

viernes, 22 de diciembre de 2017

22. CALLES ESTRECHAS, de Esperanza Tirado

-Esta calle es demasiado estrecha para los dos. La próxima vez que nos encontremos yo pasaré el primero.
-¡Maldición! Mi rango es superior al vuestro. Me debéis rendir pleitesía. Yo cruzaré antes.
-¡Voto a Tal…! Merezco pasar, puesto que he amanecido antes que Vos.
-¿Y cómo lo sabéis tan a ciencia cierta? Quizá yo vivo más lejos y he tardado más.
-¡Maldita sea, desenvainad! ¡Os desafío! ¡Mi honor ha de ser restaurado!
-¡¡Se quieren callar y pasar de una vez!! ¡¡Que queremos ver la tele!!
-Todos los días lo mismo. Menudos aprendices de Tenorio de tercera…

21 . EL ULTIMO RETO, de Esperanza Tirado

Espalda contra espalda, mirada al frente, semblante inescrutable. Ni una leve brisa los hace estremecer. A la orden de ‘Den la Vuelta’, el negro sobre blanco impacta en todas las miradas. Las historias son severamente inspeccionadas por diez ojos, alerta a cualquier error. La suerte está echada. Solo unos pocos sobrevivirán al cruel enfrentamiento.

20. DUELO DECISIVO, de Guillermo Ruiz

Quería estar elegante, tenía la cita más importante de mi vida.
Invertí mucho tiempo en elegir la ropa que llevaría, en afeitarme y peinarme, hoy iba a enfrentarme a mi histórico enemigo. Quería dejar una buena imagen en la retina de las personas que lo pudieran presenciar.
Salí de casa temprano, quería ser puntual, en la calle me esperaba Ángel, mi estrecho colaborador que junto al chófer serían mis padrinos. Me esperaban junto a un lujoso coche que nos llevaría al lugar del encuentro. El día era gris con niebla que entristecía el pausado despertar de la ciudad, atravesamos ésta sin detenernos hasta llegar al lugar donde se iba a celebrar el esperado enfrentamiento. Me estaban esperando y me acompañaron a un lugar muy oscuro, entre las sombras podía intuir la figura de mi contrincante, yo no podía verle con claridad, pero podía escuchar el ritmo acelerado de mi corazón y la respiración entrecortada de mi oponente.
Una voz interrumpió mis pensamientos:
- ¡5 y comenzamos!
- ¡5, 4, 3, 2, 1, empezamos!
Oí un chasquido y…
Una luz se encendió sobre mi cabeza.
¡En vivo! ¡Estamos en directo! Gritó la misma voz de antes – ¡el debate decisivo empieza ya!

19. EL LUGAR MÁS LEJANO DEL MUNDO, de Roberto Gómez

La isla bouvert, a 1600 km. De la Antártida y a 2000 km. del Cabo de Buena Esperanza: El lugar más lejano del mundo.
El helicóptero descendió entre fuertes ráfagas de viento sobre la meseta Guillermo, cráter de un volcán inactivo cubierto de hielo.
-¡Ly kke it (1) ! - le dijo el piloto levantando el pulgar.
Embutido en varias capas de neopreno, cogió la mochila y bajó. Apenas podía mantenerse de pie por el temporal. “El infierno” - pensó - “donde debo estar”.
Se sentó en el suelo con las piernas cruzadas. Cerró los ojos: Seguía allí, la imagen de Clara, los ojos abiertos, mirándole, un hilillo de sangre corriendo por la comisura de su boca, su cuerpo atrapado en el amasijo de hierros en el que se había convertido el Audi, él junto a ella, extendiendo su brazo para tocarla, gritando, durante las 10 interminables horas que pasaron hasta que llegó la ambulancia.
La imagen cambió: Clara en la cama, con el camisón blanco. -Hola – le dijo sonriendo.

A los 3 días volvió el helicóptero, tal como habían acordado. El piloto encontró el cuerpo helado, semienterrado por la nieve, con una sonrisa en los labios.

(1) Suerte en noruego.

18. LA OSCURIDAD DEL AMANECER, de Ramona Perea

La noche más larga se había cernido sobre la vetusta cama de aquella umbría habitación del viejo hospital.

Fuera, abetos decorados con luces de colores, deseos de buena voluntad, panderetas y probablemente alguna zambomba.

Ella sentada. Contemplando la cama vacía. No se atrevía a moverse. Había escuchado decir, que el alma tarda un tiempo en abandonar el cuerpo. Por eso estaba allí, velando el alma. Alargó la mano hacía el lecho vacío. Aún conservaba el calor del cuerpo ausente al que tantas veces había abrazado.

Alguien abrió la puerta, se acercó sigiloso, y poniéndole las manos en los hombros le dijo: deberías irte a casa. Está a punto de salir el sol.

Pero no quería ver la luz del amanecer. Abandonar la paz lúgubre de esa tenebrosa habitación, sería sumergirse en la oscuridad más absoluta. El aciago duelo.


17. FLORSANTA, de Jose Luis Baños

Y es que, ahora sí, la había perdido para siempre. Durante el duelo, su joven y hermoso cuerpo, envuelto en un inmaculado sudario, exhalaba un extraño olor, quizá a santidad, y hasta los débiles rayos del sol mañanero, que penetraban tímidamente entre los cárdenos cortinajes de la estancia monacal, parecían querer acariciar su rostro macilento, virginal. Dios tuvo a bien apartarla de mi lado para quedarse con ella; posiblemente como castigo por mis muchos pecados, empezando por mi vil empecinamiento en hacerla mía, en poseerla; cuando yo sabía a todas luces que ella siempre le pertenecería a Él. Miré a los pocos familiares que me acompañaban y que en esos momentos principiaban un llanto sentido, callado; y volvió a invadirme el mismo miedo, el temor de no volver a verla nunca más. No tardarían en llevarse el cuerpo sin vida de Florsanta, mi prima novicia, camino del camposanto; donde descansaría en el túmulo familiar hasta que el director de la obra de teatro, ferviente admirador de Stephen King, mandase desenterrarla de nuevo para la próxima representación.

16. DUELO BAJO EL ARCO IRIS, de Alejandro Pozo de la Cámara

Al fondo de la calle y en el horizonte, se dibuja un arco iris espectacular y un telón de nubarrones negros que no presagian nada bueno.
El sonido de las contraventanas de madera al cerrarse, apresura el paso de los pocos habitantes del poblado que van desapareciendo del barrizal.
Un perro esquelético se enfrenta a una aulaga enorme, que intenta tragárselo, su ladrido es muy agudo.
Cuesta despegar las botas del lodo, las espuelas no tintinean, echa a andar hacia donde está su destino, enmarcado por los siete colores y abierto de piernas.
Mientras camina piensa en su mujer y en sus hijas que ha dejado en el rancho, preocupadas, pues les ha dicho que no sabe si volverá.
Al pasar delante del Saloon, un sonido de puertas batientes le hace volverse con el revólver en la mano temiendo el ataque de algún despechado, no, un borracho que al verle se mete dentro.
Cada vez está más cerca, aprecia sus pistoleras caídas, su pantalón vaquero ajustado y abultado por debajo del cinturón.
Los rizos esconden su mirada y su cara, una cerilla entre sus labios.
Se planta delante, le quita el mixto con la mano y le besa apasionadamente.

15 . LA ACEPTACIÓN, de Carmen Ruiz

Emocionado, me coloco la camiseta con el dorsal y salgo a la cancha. No puedo evitar que los recuerdos afloren…
Dos años antes, yo era un muchacho indisciplinado, arrogante y narcisista, que me iba a comer el mundo. Hasta la fatídica noche, en aquella discoteca de las afueras, donde desafié a beber a un compañero de instituto. Era el más popular entre las chicas. Siempre se me adelantaba y me privaba de mis ansiadas conquistas. Después de tantas enganchadas en los pasillos, tantos empujones e insultos, aceptó el duelo que le propuse. Pretendía terminar con aquella confrontación. Mi vanidad y mi orgullo estaban en juego.
Bebimos hasta quedar inconscientes. Nunca supimos quién fue el vencedor. Ninguno estaba en condiciones de hacer recuento de chupitos al despertar.
Recobré la consciencia dos días más tarde, sin sensibilidad de cintura para abajo. Ni siquiera recordaba el tremendo golpe que provocó el aplastamiento de mi tercera vértebra lumbar.
En el Hospital de Parapléjicos perfeccioné la práctica del Deporte Adaptado. Ahora, tan solo espero haber encontrado el modo de acabar con ese otro duelo que me habita desde entonces; el mismo que me mantiene esposado de por vida a esta silla de ruedas.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

14 - FINAL, de Alejandra Neira

Un hilo de sangre bajaba el cordón de la acera, recorría el adoquinado para terminar suicidándose en la boca de la alcantarilla.
A pocos metros, su dueño, tendido y pálido, aún apretaba en la mano un cuchillo apenas manchado. Agonizaba. Esta vez no hubo suerte, su rival le asestó esa herida que toda su vida había esquivado.
Con paso rápido y decidido se encaminó al encuentro. Sería uno de más de tantos. Estaba viejo, estos compromisos habían empezado a cansarlo.
Por defender el honor de una dama o el propio, por una palabra mal entendida, por una ofensa que no pretendió ser tal, por… cualquier motivo le resultaba estúpido a estas alturas. Pero tenía una reputación que cuidar, no permitiría que se lo acuse de cobarde y explicar su punto de vista era inútil. Cada uno lo entiende cuando está listo para eso.
Ya casi llegaba, se acomodó el sombrero y desenvainó.
Allí terminaron su vida y su cansancio. Lo único intacto era su honor.

13 . EL ESPÍRITU DE DON MIGUEL, de Alfonso Cajigas

- ¡Shhh! ¡Alcalá duerme! -, susurra Don Miguel al halo de su amada y soñada Dulcinea del Toboso.
Sin hacer ruido, se levanta del catre, cruza el patio apoyándose en el brocal del pozo y, ya está en la Calle Mayor. Recoge sus queridos personajes, sentados en el banco de siempre, y los introduce en el tintero.
De nuevo en su aposento, afila la punta de su pluma de ganso, la embebe en la tinta de bronce y reescribe su historia: “-Señores caballeros, si aquí no hay otro remedio sino confesar o morir, y el señor Don Quijote está en sus trece y vuestra merced el de la Blanca Luna en sus catorce, a la mano de Dios, y dense”.
Con las primeras luces del alba, vierte la tinta en el banco y sus personajes vuelven a materializarse, al tiempo que Don Miguel se desvanece.
Entonces, Alcalá despierta.

12 - UN DRAMA ROMÁNTICO, de Jesús Jiménez

Aunque aparentemente no había contemplado la escena de pasión que yo había mantenido con su esposa en el gabinete, el duque me estaba aguardando a la salida del palacete. Con un tono con el que aniquiló mi voluntad, me instó a montar en el simón y en silencio me condujo a las afueras de Salamanca. Sintiéndome culpable y sin saber qué argumentar, mi mente disparataba y se sumía en todo tipo de conclusiones absurdas. El carruaje se detuvo frente a las tapias del cementerio y el duque despidió a su conductor ordenándole que regresara en media hora. Me mostró dos pistolas, aseveró que no habría testigos para que su honor no se viera menoscabado y me dio la opción de disparar primero, conociendo perfectamente que yo era un mal tirador. De noche y a treinta pasos, apenas si se vislumbraba nada. Quise huir pero sabía que sería inútil: su rencor me acosaría siempre y, además, mi amada me tildaría de cobarde. Tratábase de matar o morir. Amar o ser olvidado. Tiré al bulto y esperé, perdida la noción de la realidad. Se oía zumbar el silencio. Encanecido mi cabello de repente, cuando el cochero regresó no pudo reconocerme.

11. EL PRINCIPAL DESAFÍO DE TODO HOMBRE, de Antonio Presencia

Comenzó el último y definitivo lance, tenía a mi mortal enemigo contra la pared. Era mi última opción. Permanecí en guardia. Blandí el acero y, sin casi dejarle moverse, le ceñí la espada. Aparté un segundo la línea del punto, y él intentó un canillazo, pero falló. Me golpeó en la cazoleta del puño. Me afirmé nuevamente. La punta del acero hacia su rostro. Aturdido y acobardo mi retador cambió el compás de pies e intentó la huida, pero le corrí el punto, clavando mi espada a través de la suya, llegando a señalarle la herida. Mi desafiador quedó clavado en la pared, dolorido y negro de ira. De pies a cabeza.
Mi rostro se acercó a su cabeza negra. Mi sombrero de brillo bermejo tocó su negra montera. Rozando su rostro con el mío, le dije:
–Con vida te dejo si no me sigues. Si no intentas traición, ni ahora ni nunca.
Su silencio exhausto otorgó mi petición.
Sin perderle de vista me fui alejando del lugar. Allí quedó clavada mi sombra, triste y oscura, como fiel testimonio de que el principal desafío de cada hombre en esta tierra es la lucha contra sí mismo.

lunes, 18 de diciembre de 2017

10. DON QUIJOTE EN LA RIBERA DEL TÁMESIS, de Alfonso Cajigas

- ¡Ese elegante señor que viste jubón acuchillado se me parece a Shakespeare! -, dijo aquel caballero alto y flaco, con armadura abollada, lanza y escudo, mientras daba cuenta de sus ya mermadas reservas de los “duelos y quebrantos” traídos desde sus amarillentos Campos de Castilla.
- ¡Mire mi Señor, que a estas verdes y húmedas tierras hemos venido a armarle Caballero Andante, y a quién vuestra merced ve sólo en sus andares se le parece! -
- ¡Calla y come, amigo Sancho! ¿Desde cuándo un escudero desdice a su amo, de lo que bien le dicen sus experimentados ojos? -
Y en esas andaban empinando la bota de vino de tempranillo de Consuegra, cuando por delante de sus figuras acertó a pasar una moza cortesana, de buen vestir y mejor parecer, llamada a la sazón Lady Dulcinea. Pero nuestros ilustres personajes, solo sintieron el frio fugaz de su sombra, y la brisa perfumada que dejaba atrás el baile que a su falda profería el elegante contoneo de su cintura.

09. DOS ONZAS DE PLOMO PARA UN FORASTERO, de Hermes Prous

Nunca le des la mano a un pistolero zurdo. Es lo último que debió pensar Jim Mcguilty mientras se desangraba en el polvoriento suelo de Abilene. La Colt Navy de su adversario había acertado más de una vez. En esta ocasión, las cartas no estaban de su lado, una mala mano, así era el póquer de la vida. Si apuestas fuerte puedes perderlo todo.
Todo había sido muy rápido, demasiado quizá. Apearse del tren entre la multitud de reses Hereford que van rumbo al Este a convertirse en bistec. Abrir las puertas de doble batiente del Saloon, pedir un whisky al camarero… Pero alguien preguntó por quien era ese forastero. poco después, el plomo le estaba arrebatando el alma bajo el sol abrasador de Abilene. Lo último que sus ojos vieron, no fueron las verdes praderas de Carolina de su infancia ni sus campos de algodón, sino una placa de la agencia Pinkerton. Al final, habían podido con él, aunque nunca se lo dejó fácil.
En esta ocasión, no habría opción de huir a México o ir más al Oeste. Para Mcguilty, su futuro inmediato le reportaría una caja de pino a dos metros bajo tierra.

08. EL MALENTENDIDO, de Carmen Ruiz

Eloísa deshojaba una flor debajo del almendro. Su amiga Soledad le había avisado del inminente duelo que iba a tener lugar en el parque entre Abelardo y Fermín, los dos galanes que la cortejaban. Los había escuchado discutir en la cafetería del Club Social, haciendo una proeza auditiva entre tanto ruido de conversaciones.
«A las tres, junto a la zona de recreo. Nos veremos las caras». « ¡Qué gane el mejor!».
Soledad no dudó ni un momento. Aquel lance era motivado por la rivalidad que ambos mantenían desde hacía tiempo por conseguir el amor de Eloísa. Esta disfrutaba prolongando la incertidumbre de su definitiva elección.
Henchida de gozo al conocer el desafío que iba a tener lugar, decidió colocarse sus mejores galas y acudir al lugar señalado con cara de preocupación, intentando conciliar a los dos candidatos.
Caminaba presurosa, meditando cada una de sus palabras para conseguir prolongar en los dos pretendientes ese estado de excitación que tanto la complacía.
Al aproximarse, observó a ambos sentados frente a una mesa, enfrascados en lo que parecía una jugada crucial de ajedrez.
«Tablas» dijeron sonrientes, estrechándose en un fuerte abrazo.
Eloísa comprendió que otra forma de duelo acababa de comenzar.

07. DUELO POR UN DIFUNTO, de Rocío Álvarez

Amparo entra con paso firme y sereno. Fija la mirada en el ataúd que se encuentra al fondo del salón. El silencio sepulcral de la sala, roto por algún que otro sollozo amargo, se torna en murmullo susurrante.
Pepa: (Dirigiéndose a Catalina) ¿Cómo se atreve a venir sabiendo que en el pueblo era un secreto a voces?
Catalina: Pues a mí me parece que la tarde se está tornando un poco más interesante.
Pepa: ¿Cómo puedes decir eso? ¿No te ofende?, Es el funeral de tu padre.
Catalina: Mi padre era un miserable, todo el pueblo lo sabía, tú lo has dicho, no yo. Pero parece que cuando uno se muere todo son alabanzas a su misericordia. Casta de falsos, hipócritas beatos de lengua afilada que vienen a tu casa a comerse tu comida.
Engracia se levanta dando un golpe en la mesa justo cuando Amparo llega al ataúd: Ala!! Ya lo has visto, ahora sal de mi casa ramera, no es este tu sitio.
Amparo se vuelve hacia Engracia y ambas mujeres cruzan una mirada desafiante.
Engracia: (dirigiéndose a los asistentes) Y vosotros también, volved a vuestras cuevas a criticar lo que habéis visto. Mañana enterramos a mi marido.

06. LANCE DE LUNA ROJA, de Francisco Juan Barata

En una esquina, noche de Luna roja, se cruzaron, el destino lo quiso, dos hombres para sellar su futuro.
Uno, Antoñito “El Camborio”, gitano del Barrio del Cristo. Otro, Emilio "El Fusca", payo del Cabañal.
El payo robó mujer al gitano, la montó en el “jaco”, prostituyéndola en el “Barrio Chino".
Una tarde tropezó con ella “El Camborio”, vio su amor, destrozada por tanto “caballo”, envejecida, tan “puesta”, que ni lo conoció. La subió en un taxi, a la fuerza, la llevo con madre, jurando dar hierro al payo.
Esa noche se encontraron, el destino lo urdió. Se miraron al doblar la esquina, odio ancestral del gitano, momento “chungo”, pensó el payo. Sacó “fusca” el payo y disparó, plomo caliente sintió el gitano que se acercó oliendo la muerte, más plomo cobró, pero sacó navaja y le rebanó el gaznate. Otro plomo tocó al gitano. El payo se desplomó tan muerto como el gitano, al que abrazándolo, arrastró consigo.
Mucho se habló de ese lance, pero pocos saben que allí un hombre vengó la afrenta a su mujer, romancero de sangre, poniendo lo que hay que poner y “pringando”… si hay que “pringar”.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

05. OTRO DUELO, de Manuel Serrano

Las dos, frente a frente, de riguroso luto y gafas de sol oscuras, despidieron el duelo a la vez. Por un lado, los amigo del marido por otro, los del amante. Tras la ceremonia, se vieron en el bar y juntas lloraron su ausencia.

04. EL SOLILOQUIO DEL DUELISTA, de Miguel Ángel Beltrán

Limpio de la hoja de mi acero tu sangre. Lloro este lance que a ambos nos tuvo por extremo. Tú en la otra punta de mi estoque yaces yerto. Cristales en invierno son ahora tus ojos. Fue por honor que nos batimos, mas el mío, tras matarte, no siento resarcido. ¿Qué elogian todos estos engreídos que tuvimos por testigos? Hablan de mi esgrima, de mi estilo, y admiran el brío con el que a espada defiendo lo mío. ¡En la garganta os clavaría mi filo! ¿Olvidan que quien me retaba no era enemigo? Encopetados, se vanaglorian de los códigos morales que ostentan por blasón. Una vida, para ellos, vale menos que su engolada reputación, la cual defienden de palabra, obra, y nunca por omisión. Nobleza obliga, esgrimen, y te empujan a la acción. ¿Puede uno resistirse? Esa fue mi primera reacción. Pero el daño, insisten, exige pronta, inequívoca contestación. Tamaño agravio no debe quedar sin reparo, pues, a su entender, así lo exige nuestra viril constitución. Sólo las armas pueden dirimir la cuestión.
Tal duelo ya concluyó. El orgullo ha sido resarcido, queda a salvo el pundonor. Viene a continuación el otro duelo, el privado, por mi víctima… mi hermano.

martes, 12 de diciembre de 2017

03. MARGARIATAS ROJAS, de Gloria López

Se quebrantó el honor de la hermosa muchacha, versada y cuidada por su progenitor día tras día, semana tras semana, año tras año.
Entre aquellas paredes los llantos se mezclaron con los gritos y la pasión se apoderó de la situación cuando se oyeron las palabras que enmudecieron las bocas de los allí presentes.
-!Duelo al amanecer¡.- Chilló el padre, mientras la mirada del joven se perdía en la de su amada.
Está se tiró a los pies de su allegado clamando al viento.- Pero, si no he sido vejada.- De nada sirvieron los lamentos, los ruegos, las excusas.
Tres días después, cuando el sol todavía no había mostrado su rostro al mundo, un cuerpo inerte yacía sobre la hierba de la colina; a su lado un viejo, que se creía sabio, contemplaba con amargor las primeras luces del día.
La sangre impregnó la impoluta camisa blanca del extinto y las margaritas se tiñeron de rojo pasión.
Ese fue el principio que marcó un nuevo final...

2 . DOS BRAVUCONES, de Miguel Ángel Beltrán

-Bellaco. Malandrín.
-Tunante. Infame.
-Aqueste frío que ahora sientes, en la última mañana antes de tu eterna noche, anticipo es de la gélida parca que te llevará en cuanto mi filo te atraviese.
-Mucho aire exhaláis. Embridadlo, os apremio, para el último aliento que expelerán vuestros pulmones cuando mi espada de vos haga su vaina.
-Jamás mano de muerto pudo herir con arma.
-Cierto. Muy vivos tajos serán los que descosan vuestra alma.
-Aquí lo único que vos desata es su lengua, cuyos infundios y afrentas han mancillado el honor de mi dueña.
-¡Ja! Bien temprano he despertado para oír llamar “señora” a quien no llega a…
-… ¡Callad, malnacido! Qué lejos estás de merecer el perdón que suplicarás insertado en mi arma.
-Más lejos irá su señoría, cuando la mía le envíe al averno.
-Mentas muy ligero el ultramundo, en donde pronto yo te quiero. No muestras respeto ni por quien será tu perpetuo carcelero. Que sea el Diablo quien dirima lo que se ha de hacer con tu despojo.
-Sí. Que se me lleven los demonios, pero sólo si yerro en el certero estoque que te desplome en el suelo.
-En guardia.
-Ya sólo hablarán nuestros respectivos hierros.

martes, 5 de diciembre de 2017

01 . TREGUA, de Antonio San Román


¿Sin rencor? Sin rencor ¿Seguro? Segurísimo ¿Con toda confianza? Con plena confianza Y siguieron durante horas pactando una tregua y apretándose fuerte la mano con la convicción serena de que el primero que lograse soltarse agarraría de nuevo la navaja que había sobre la mesa.


COMIENZA EL DUELO

!!!TE ESTAMOS ESPERANDO¡¡¡