- Te encuentro siempre aquí, en la biblioteca, querido Rodrigo… -fue lo primero que le dijo don Alonso con ironía al entrar -. ¿No tienes nada mejor que hacer?
- No, Alonso -respondió este con mucha calma para evitar discutir-. Todo lo que necesito lo tengo aquí, en mis queridos libros.
- ¡Esos malditos escritos…! ¡Ese veneno que te va matando lentamente! -le recriminó alzando la voz-. Ya no sales de aquí, nunca te veo en el casino jugando a los naipes. Tu mejor amigo es José Zorrilla y tus compañeros de partida son los fantasmas que están en esas obras.
- ¡No consiento que hables así de don José! -le respondió don Rodrigo bastante alterado-. Es un gran escritor cuyos versos elevan con gran intensidad el alma.
- ¡Pues con las hojas de sus malditos escritos yo afilo mi navaja de afeitar! -le contestó de mala manera don Alonso-. Mira lo que me influye tu Zorrilla -le retó don Alonso haciéndole un corte de mangas.
-¡No consiento que hables así de él! -dijo Rodrigo ofendido levantándose-. ¡Te reto a un duelo! Tengo derecho a escoger las armas -continuó-. Prepárate: elijo el verso rimado… ¡Estás muerto!
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