miércoles, 31 de enero de 2018

314. DONDE HAY QUE ESTAR, CUANDO HAY QUE ESTAR, de Daniel Pernudo

Llegamos pronto.
—Te lo dije. Si conducía Luis íbamos a tardar un pedo —bromeó Javi.
—No empecéis con las discusiones de pareja, por favor —siguió Albert.
—Que hoy no hay fútbol —apostilló Álvaro.
—Qué imbéciles. A ver si la vuelta la hacéis a patita.
—Tranqui Luis, que estamos todos vivos para contarlo —le sonreí mientras encendía un cigarro—. ¿Tomamos algo mientras llega la hora?
—Yo no conozco nada por aquí —dijo Albert.
—¿Miro en Google? —aventuró Javi sacando el móvil del bolsillo.
No llevábamos ni cinco minutos y Álvaro ya había hecho migas con la policía local.
—Yeee. Por aquí —vociferó.

Nunca nos habíamos visto tan seguido, y eso que solo habían pasado tres meses desde agosto. Amigos de verano que compartíamos vacaciones playeras desde hace más de veinte años. Poco más.

—Siempre hay un "Bar Manolo" en el que confíar —celebró Álvaro con un brindis al aire, al que todos nos unimos.
—¿Ha hablado alguien con sus padres? —preguntó Albert.
Negamos con la cabeza.
Y ya nadie volvió a abrir la boca. Porque ya no estaba, no estaría nunca más.
Vaciamos nuestras copas. Por él.
—¿Vamos?

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