La noche anterior fue a la taberna a ver a Elisa y allí estaba ese maldito noble, venido a menos, con su soberbia. Intentó ignorarlo, como todos los presentes, pero el muy zoquete empezó a meterse con Elisa, la tabernera de la que Eduardo estaba enamorado. Y tuvo que enfrentarse al estúpido noble, que entendió del amor del muchacho y decidió jugar con él.
-Si tanto valoráis a esta tabernera, os ofrezco un trato. Yo la dejaré en paz siempre y cuando vos ocupéis su lugar en mi cama.
Eduardo quedó petrificado y, con todo el odio del mundo, le contestó:
-No hay trato, viejo depravado, soltad a Elisa o me veré obligado a mataros.
El viejo noble se levantó, soltó a Elisa y acercando su asquerosa cara a Eduardo, le dijo en voz baja:
-Esta madrugada, en el pinar, un duelo a muerte.- y se marchó.
Y allí estaba Eduardo, preparándose para el duelo. El caballero que haría de juez les explico las normas, espalda contra espalda, diez pasos, girar y disparar, y que Dios reparta suerte.
El noble y Eduardo siguieron las instrucciones recibidas, diez pasos, giraron y dispararon. Ambos cayeron al suelo, pero solo uno estaba muerto. Eduardo vio al noble muerto, él tenia una herida en la pierna. Se levantó como pudo y marchó sin volver la vista atrás.
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