jueves, 11 de enero de 2018

93. ABUSO DE PODER, de Manuela Vicente

Cuando éramos niños, mi hermano y yo nos batimos en duelo. Estábamos cansados de dividirlo todo: la mitad de la habitación, la mitad del armario, la mitad de los cromos de fútbol, la mitad de los comics y tebeos. De común acuerdo, fijamos las reglas: el que ganase sería el dueño y el que perdiese el siervo. Para batirnos usamos nuestros arcos con flechas de ventosas. Tras el primer asalto, quedamos empatados e hicimos un segundo ataque que se resolvió con la diferencia de un punto a mi favor. Íbamos a proceder a los nombramientos cuando nos dimos cuenta de que, por error, habíamos cambiado los arcos, jugando cada uno con el del otro por lo que, en rigor, no podía decirse que fuese ganador ninguno. Para no complicarnos con más duelos, decidimos que lo mejor era que los dos fuésemos gobernadores y siervos en días alternos. Cuando fue mi turno, vendí la colección de cromos de fútbol y los comics antiguos, e ingresé el dinero en mi cuenta bancaria. Al día siguiente, mi hermano me ordenó renunciar a mi cargo de dueño, por lo que ahora soy un siervo fugado en busca de libertad.

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