jueves, 11 de enero de 2018

90. SENCILLO E IMPROBABLE, de Ángel Luis Velasco

Sudaba y jadeaba, yo. Él también. Desde el suelo, sangrando, me miraba con odio y sorpresa.
Era más diestro que yo con la espada, y él lo sabía. Por eso ahora lo miraba de pie sin sentir pena. Acaso tristeza por lo absurdo del asunto. Pero era mi vida o la suya…
Me retó provocándome, sacándose de la manga una ofensa que no era tal. Y yo acepté, porque tenía honor… y por el vino que había dentro de mí.
Solo tenía tres días antes del duelo.
Debía ser listo y práctico. Aprender un solo movimiento, sencillo e improbable, y por tanto inesperado. Eso y sacar provecho de su mucha confianza.
Ensayé el movimiento una y otra y otra vez, de la mañana a la noche.
Cuando el enfrentamiento dio comienzo, me sonrió burlonamente. Quiso jugar conmigo un rato antes de darme la estocada mortal.
Fue su gran error.
Cuando murió, di gracias al Señor, y como buen cristiano, recé por su alma.

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