martes, 9 de enero de 2018

81. DUELO Y GÉNESIS, de Ana Fúster

Amenaza pedrisco. Nubarrones cargados devoran la claridad aún tierna de la mañana y amontonan grises sobre los dos hombres, que, ajenos a las veleidades de la luz, siguen enzarzados en su duelo particular. La reyerta ya les ha cundido lo bastante para herirse: a uno una brecha se le deshilacha en rojo sien abajo; el otro, más hábil en protegerse, todavía no ha cedido al escándalo de la sangre. Los dos gañanes se miden, amagando el siguiente golpe.
―Don Francisco, voy a servir la cena.
El hombre, absorto, apenas contesta. A la luz temblorosa del quinqué valora las dimensiones del paño junto a la ventana. El recuerdo de la pelea entre arrieros que ha presenciado hoy le sale por los ojos en forma de pinceladas sombrías que invocan una imagen, la de la furia. Las dos siluetas adquieren proporción, volumen, se agigantan entre los montes cenicientos, crecen hacia el cielo sus puños crispados y sus piernas se hunden en el ocre de la tierra. El pintor les pone un arma en las manos y asiente. En cuanto amanezca comenzará a pintar ese duelo a garrotazos. Al fin satisfecho, dirige sus pasos hacia el comedor de la quinta

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