martes, 9 de enero de 2018

77. NO QUEDÓ NADA, de Raúl González

La salvaje al fin regresaba a su aldea natal, apartando las últimas ramas de la colina, hasta llegar al claro en el que se asentaban las chozas. Pero no quedaba nada, todo había sido reducido a cenizas y era imposible conocer al verdugo a esas alturas.

Puede que hubiera sucedido ayer, o puede que hubieran pasado cinco años. Abandonó su tierra hace tanto tiempo a cambio de la civilización, que el pasado había quedado en el olvido sin que ella se diera cuenta.

Mientras la salvaje reflexionaba al borde del llanto, una fuerte brisa levantó el polvo de sus orígenes ante la impotencia de quien no puede volver atrás y frenar la deforestación de sus memorias.

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