viernes, 5 de enero de 2018
65. LA QUEBRADA, de Ricardo Roces
La espada se ha quebrado y una mitad les observa desde el suelo. Los duelistas dan un paso atrás, sorprendidos. El de la espada rota la levanta en dirección al Conde quien se encoge de hombros mientras deja escapar un bostezo. Los duelistas esperan. El Conde vuelve a encogerse de hombros. “Tú me vendiste esta arma”, dice finalmente el de la espada rota al otro duelista. El Conde saca ahora un pañuelo y suena sonoramente su nariz. “No podemos continuar”, protesta el de la espada rota “¡Me la vendiste precisamente tú!”, repite una vez más. El otro duelista lanza un estoque que defiende con lo que le queda de espada, como puede. “¡Conde!”, protesta el de la espada rota. El Conde parece preocupado ahora por una abeja que intenta espantar con el pañuelo que ha utilizado antes. El duelo es entre su sobrino y el herrero del pueblo, donde el primero defiende su honra, por un asunto de faldas. El herrero le vendió una espada defectuosa, eso es cierto. Le vendió una espada defectuosa al esposo de su amante. Claro que sí. Alguna ventaja tiene que haber ser el único herrero del pueblo, piensa el herrero, sonriendo.
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