martes, 30 de enero de 2018

254. EL RETO INFINITO, de Jose Luis Rico

Al principio huir de Ella fue coser y cantar. Cada paso que daba, más lo alejaba de su poder destructor mientras soñaba el futuro: el primer amor, las noches sin fin, el compromiso, los lazos indestructibles... La vida discurría por anchas avenidas de sentido único. Dejar huella quería.
Más pronto que tarde aquellas avenidas se convirtieron en calles de doble sentido y con tramos bacheados. Para colmo, La Parca merodeaba por la ciudad intimidando con su presencia (los muros y barreras, ¿qué aprovecha?, si tú vienes airada). Pero él se conjuraría contra esa amenaza, a pesar de que la guadaña mostrara muescas de su fuerza que le dolían especialmente: el prematuro hachazo al hermano, la caída del padre (cuánto sentía su ausencia, no por su cariño sino por su determinación). Sospechaba que el enfrentamiento no podría postergarlo mucho más (se acordaba del viejo relato Un joven jardinero persa dice a su príncipe…).
Y un día se vio frente a La Indeseada, en duelo desigual, pero no la temió. Su vida se había desplegado con tolerable armonía, percibía el abrigo de los suyos, el cielo estaba azul y el sol resplandecía irrepetible in hac lacrimarum valle.

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