Me vi llegando a una situación muy extraña sin quererlo ni beberlo. Pero ya no tenía escapatoria. No había alternativa. Estaba claro que iba a ser matar o morir. Quise no aceptar aquello, y que el otro tampoco lo aceptase. La situación nos llevaba hacia ello irremediablemente. Era terrible. Decidí que no dispararía. Solamente faltaba que mi oponente hiciera lo mismo que yo. Quise que comprendiera mi mirada. Yo le miraba a los ojos insistentemente, lo más humanamente que pude. Intenté ser tranquilizador sin hablar. Caminamos unos pasos, nos giramos… Cuando me quise dar cuenta él ya había disparado su arma. Vi la bala flotando en el aire. Volando hacia mí a cámara lenta.
—¡Nooooooo! –grité con todas mis fuerzas.
Me incorporé en la cama como si se me hubiese soltado un muelle. Estaba sudando. Era una pesadilla, la peor que había tenido en mucho tiempo.
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