Se sorprendió la ventera de que aquel caballero no tuviera noticia del famoso duelo que hubo entre dos alcaldes del lugar por causa de un burro.
—A fe mía que es vuestra merced el único caballero que ignora tan sonado suceso... —le dijo.
El hombre, que se había desembarazado de la adarga y demás arreos de todo caballero andante, confesó con sinceridad:
—Señora mía, perdone mi ignorancia, pero no entiendo el caso.
—Si vuestra merced me lo permite, le contaré el suceso.
—Sea.
—Pues sucedió que el alcalde de este pueblo perdió un burro en el monte; anduvo buscándolo sin ningún éxito, y se detuvo en esta venta para reponer fuerzas encontrándose con el del pueblo vecino, amigo suyo, y le contó su desgracia. «¿Tú sabes rebuznar, compadre?», le preguntó el afectado. «Como los mismos asnos», le respondió. «Yo también. Vayamos al monte cada uno por un lado y rebuznemos, que al oírlo mi burro acudirá sin duda». Y así lo hicieron. Y rebuznaron tan bien que ambos se encontraron creyendo que les respondía el rucio, aunque el burro no apareció, y desde entonces se dice en el lugar:
No rebuznaron en balde
El uno y el otro alcalde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.