He sido un cobarde toda mi vida, pero estaba convencido que ayer por la tarde dejaría de serlo. Estábamos en el salón veinte jóvenes, nueve eran amigos y se situaron a mi espalda para infundirme valor.
Me acerqué con decisión, casi con violencia, me rehuyó el abordaje y se dio la vuelta, entonces me planté delante con las piernas abiertas y le pregunté sin darle tiempo a reaccionar, si quería acostarse conmigo.
Me dijo que no y aunque he accedido por fin al heroísmo, yo sigo con el onanismo.
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