domingo, 14 de enero de 2018

103. MI HERMANO, de Paloma Casado

El frío del amanecer y el temor ante lo que sucedería, fuera cual fuera el desenlace, me hacían temblar de forma incontrolada. Días atrás había lanzado el guante a mi propio hermano. Él lo recogió clavándome una mirada de tristeza que avivó la duda agazapada en mi interior. Las murmuraciones y las sonrisas mal disimuladas de nuestros convecinos me habían obligado a tomar esa decisión.
En el descampado, espalda contra espalda iniciamos los pasos hasta enfrentarnos. Éramos tan parecidos, aunque él me sacara dos años, que se podría fantasear con la imagen de un duelo frente al espejo. Al oír la señal convenida, yo bajé la pistola un segundo después de que él se disparase en la sien. Pudo ser la expiación de su culpa o quizás que quisiera librarme del peso del arrepentimiento. Mejor tirador que yo, nunca pensó en matarme.
Corrí hacia el cuerpo tendido y con su cabeza destrozada en mis rodillas lloré por los felices tiempos que pasamos juntos y también por el futuro que ya no íbamos a compartir.
Cinco meses después, nació nuestro hijo. Todos dicen que es mi viva imagen, pero cuando lo miro, veo el rostro de mi hermano.

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