Intento abrir los ojos y escuecen. Cruje mi estómago y retengo un reflujo amargo.
Acuden en resaca fragmentos de memoria:
Yo crispado sobre la taza del váter aferrado a la tableta, en duelo a muerte con mi rival remoto que me batía... La irritación cancerosa… La frustración punzante… Un aguijón feroz en el pecho... Y un alud de nieve negra que se desploma sobre el cráneo y que apaga todo.
Un chasquido me sacude y una luz fluorescente tiembla y luego perfora mis párpados. Un bisbiseo apagado me envuelve en el deslumbramiento ciego.
Otro chasquido y sobre el murmullo se monta una voz lacónica:
“Bienvenido, se encuentra usted en el nivel 1 del purgatorio. Está experimentando el cese de su vida. Puede revivir si así lo desea. Para ello debe valorar con su tableta su experiencia en esta vida y ver el vídeo que se muestra a continuación. Dispone de diez segundos para revivir. Gracias.”.
Con dedos entumecidos tanteo frenético buscando mi tableta entre las sábanas ásperas de la cama. Mientras, el murmullo se estira y llegan pedazos de frases inteligibles…
“Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a David de las manos de Goliat.”.
“Amén.”.
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