Me duelo de las dolientes mujeres muertas a manos de duelistas infames que adolecieron de ferocidades casi siempre impunes.
Me duelo de inocentes infantes que se duelen de la pobreza, del hambre, de los pies descalzos, de la vida rota.
Me duelo de las vidas arrebatadas entre balas y bombas que duelen en los pechos, en los ojos, en las sienes, en los corazones reventados en sangre.
Me duelo de la hipocresía, de la palabra vacua, del dolor que injusto duele y sale, con duelo mismo y con "lágrimas corriendo".
Me duelo de tu duelo y del mío, compañero, amigo, amante, que al momento del dolor nos pertenecemos (aunque no nos conozcamos todavía).
Me duelo de tantas noches oscuras en soledad doliente, que también duelen y duelen, como desgarro del alma.
Me miro en el espejo del duelo eterno y advierto acomodo e indiferencia perpetua del dolor que se respira a cada paso. Pero nadie más lo ve. Y "adolezco, peno, muero"...
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