lunes, 1 de enero de 2018

49. LANCE DE HONOR, de Antonio Toribios

“Touché”, dijo Alberto a la vez que la punta del florete entraba en contacto con mi protector torácico. A pesar de los dos años que llevaba practicando, aún no había conseguido ganarle en un solo entrenamiento. Si antes eso ya me dolía, ahora me torturaba como un estoque al rojo, pensé mientras me lanzaba a un contraataque desordenado que no podía prosperar. “Touché”, dijo de nuevo, e intuí su sonrisa jovial bajo la máscara. “Cabrón”, dije entre dientes, pero enseguida me di cuenta de lo inapropiado del insulto. “Yo, no él”, y me lancé a un fondo que de nuevo terminó en fracaso. Por fortuna no podía ver mi rostro enrojecido de ira y de vergüenza. “Otra vez me has ganado”, dije ya en vestuarios, a la vez que chocábamos las manos. “Hoy no puedo quedar a tomar nada –le advertí mientras recogía mi equipamiento–, tengo que hacer unos recados”. Nos despedimos en el portal y yo me fui directo hacia el lugar de la cita con aquellos dos malencarados. “Por esta vez que sea a primera sangre”, les solté mientras les daba los billetes.

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