Siempre nos faltó algo por entender. Meros inocentes carentes de experiencia. Inútiles en el arte de vivir. Simplemente si tú y yo somos aquello que nunca quisimos ser. Éramos el enfrentamiento más fugaz que un segundo era capaz de albergar.
Mejor así, siendo el desafío de nunca acabar, demasiado parecido a una noche de verano. También éramos dolor y tristeza, supongo que nuestros sentimientos preferían mostrarlo así. Ni tu ni yo demostrábamos la más mínima pena cuando nos íbamos, aunque fuera para no volver jamás.
No éramos más que un camino hacia lo que llamamos final. Siendo conscientes de que algún día habría que asumir lo que no hemos podido esta tarde. Porque nadie es inagotable. Me lo demostraste cuando salías extenuada de trabajar y aún así te empeñabas en elegir la película de la noche.
A pesar de todo lo vivido, no fuimos capaces de ser ese dúo perfecto, aunque tampoco pretendíamos serlo. Me hubiera conformado con ser el mejor duelo que jamás hubieras llegado a imaginar. Espero haberlo conseguido, aunque nunca me reconocieses que lo fuera.
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