Bajaron del coche raudos y excitados. La puntualidad había sido exquisita: las seis de la mañana. La misteriosa bruma cubría las copas de los árboles, forzosos testigos de lo que se avecinaba . A lo lejos, apuntaba formas un sol nuevo y esperanzado. Todos los sonidos posibles envolvían una atmósfera intrigante: el ulular de los búhos, el brotar de unas yemas , el viento abriéndose paso entre las hojas amarillentas…
Las dos figuras , cubiertas enteramente de negro, caminaban como fantasmas extraídos de un sueño de novela barroca española. Tan sólo sus respiraciones les hacía vivientes , ni una sola palabra. Tan sólo el movimiento inquieto de sus manos denotaba alguna actividad neurológica.
Súbitamente, sacaron sus máquinas, ocultas entre los bolsillos centrales de sus zamarras.
Empezaba el duelo: la caza del más valioso Pokemon les esperaba.
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