miércoles, 24 de enero de 2018
209. DUELO POR NATALIA, de Marina Hidalgo
Los duelos estaban prohibidos en toda Rusia desde hacía más de cien años. Eso lo sabía todo el mundo, incluido él. Pero ¿cómo no retar a un depravado, a un mentiroso, a un calumniador… a un amante? No quería pensar en ello. La bella Natalia, su jovencísima esposa… Comprobó el revólver, tratando de calmar sus nervios. El rival se pavoneaba frente a él, provocador, seguro de sí mismo e insultantemente joven. Podía leer sus pensamientos. Sabía que le consideraba tan solo un triste poeta, alguien inofensivo. Pero él iba a demostrarle que era mucho más. Poeta, sí, pero también revolucionario. Desterrado, censurado… Los hombres se miraron por fin a los ojos y corrigieron sus posiciones. Sus manos flotaban sobre las armas, aún sin tocarlas, saboreando aquella tensión indescriptible, aquellos largos y silenciosos segundos que debían acabar con la muerte de uno de los dos. De repente, sonó un disparó. Miró al francés y pudo ver su sonrisa malvada y triunfal. Luego se miró a sí mismo. De su vientre fluía un río de sangre y no tardó en desplomarse. Desde el suelo, derrotado e inofensivo, disparó también. Así murió el gran poeta ruso. Así murió Aleksandr Pushkin.
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