El deber de escoger nuestro camino ha sido algo que nos ha impuesto nuestro destino. Podría contar la historia de dos hombres que escogieron el mismo trayecto. A lo largo de él se encontraron un muro para derribarlo. El primer hombre sólo disponía de un martillo, sin embargo el segundo de algo más firme: un mazo. El mazo consiguió derrumbar el muro sin apenas complicaciones, mientras que el martillo sólo pudo hacer pequeños destrozos en él.
Durante la travesía descubrieron más obstáculos que eludir. El mazo gozaba de fuerza y experiencia, sin embargo el martillo carecía de ellas. A medida que avanzaban, los objetos adquirían habilidades: el mazo aprendió la rapidez y el martillo adquirió la percepción. La ventaja del segundo hombre sobre el primero presumía de ser cada vez más pronunciada. De repente todo cambió, pues el hombre que sujetaba el martillo se percató de que al lado de cada muro había una cuerda.
Dado que el final de la historia es evidente, solamente le diré: La inteligencia es una virtud de la cual la fuerza carece
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