En el salón del tanatorio, mientras los familiares degustaban el ágape cortesía de la "casa", y gradualmente la fingida cara de pena tornaba a relajada, incluso complacida por el enardecimiento de recuerdos, Elena abrió su portátil y comprobó que el wifi era accesible.
Aunque la menopausia había hecho su vil aparición, aún se sentía joven, y había intentado cuidarse, lo que le habían permitido las adversas circunstancias. Ahora todo había terminado y su madre junto con su marchito cerebro descansaban ya.
Mientras sus hermanos y sobrinos la miraban con extrañeza reprobatoria, comenzó a escribir el mensaje. Llevaba meses planeándolo, intuyendo que se avecinaba el final de sus días de cuidadora a tiempo completo.
¿Cómo escribir una carta con treinta años de retraso?
Se decidió, dio de alta un fingido remitente haciendo alusión a un momento evocador y un año y simplemente le preguntó si era posible que él la recordase. Luego escribió el destinatario y rezó para que estuviera correcto.
Tres largas horas...
Click...un sonido amable le indicó que algo se había depositado en su bandeja de entrada.
"¿Qué si te recuerdo? Más bien pregunta si te imagino, intuyo, adivino...".
Sonrió.
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