miércoles, 24 de enero de 2018

213. LA ESPERA, de Álvaro Martín

¿Son estas muescas en la roca mi único legado? ¿Seguirán aquí tras los años? ¿Aumentarán por todo el muro? ¿Se mantendrá en pie la Torre?
La mente sufre un letargo que aumenta por momentos. Soy incapaz de discernir el paso de los días. Mi cuerpo, lánguido, no soporta más el peso de mi alma. Esclavo de mis actos, prisionero de mis pecados, reo de mi pasado. El peor castigo, sin duda, es ser un muerto en vida. Libré batallas frente a mortales y salí victorioso, pero nadie puede resistir en un duelo al tiempo. La soledad consume tu ser, tus ideas y recuerdos, como la cera de una vela, despacio, lentamente, gota a gota. Te conviertes en un ser pequeño, minúsculo, ínfimo, en nada. Desapareces. Si alguien te recuerda, pronto te olvidará.
No he sido caballero, ni conde ni marqués ni duque. No he sido fraile, ni cura ni abad ni obispo. No he sido rey. No he sido Dios. ¿Y ahora, qué soy?
Tumbado en el muelle, lanzando una y otra vez la moneda, veo como se acerca mi destino. Una barca silenciosa guiada por un barquero codicioso en un río en calma se aproxima. Es mi última espera.

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