Noté en falta un pañuelo. Abrí el cajón de la cómoda como cada mañana para terminar de acicalarme y ví que faltaba. Lo eché en falta en el primer vistazo; varias de las horquillas habían caído en el hueco que antes ocupaba. Miré con extrañeza al suelo, como si él mismo, en un acto de rebeldía textil, hubiese dedicido que le quedaba mucho mundo por ver antes de amarillear por el uso. Suspiro. Mi hermana. La encontré sentada en el tocador, con las manos sobre las piernas y las palmas hacia arriba. Arqueé las cejas y mis primeras palabras fueron absorvidas por las suyas.
-Dónd...
-Se lo ha llevado él. Y otro mío. Me lo pid...
-¿Quién?
- Osorio habló de nuestro padre, dijo que se había quitado la vida dejándonos en la ruina. Nuestro hermano no tenía elección.
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