...Cinco, seis, siete, ocho, nueve y diez pasos. Giran y levantan el brazo armado. Cierran un ojo, apuntan y disparan. Dos disparos, ecos que trascienden más allá del claro, retumban entre los árboles, espantan a animales pequeños y aves, y distorsionado ya, se pierde en la distancia.
Cae uno: el honor demanda víctimas. El médico corre hacia él, los padrinos, y todos los curiosos que allí fueron a ver el espectáculo. Sólo queda atrás el retado, por un argumento de borrachos. El retado que por honor ha tenido que batirse. El retado que hace una mueca de dolor, que levanta la mano izquierda y se la lleva casi al corazón. Que no ha cumplido los veinte años. El retado que cae de rodillas y empieza a escupir sangre. Que cierra los ojos por última vez. Que da con su cabeza en el suelo de un golpe seco.
Y al otro lado del claro hay alegría y jolgorio: solo era una herida ligera en la pierna. El joven vivirá para otro duelo aunque tenga que guardar cama por un tiempo.
Acabado el duelo, empieza el duelo: Para una madre, para un padre, para una esposa.
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