«Hay que conocer el adversario –Decía mi maestro de armas- Al estudiarlo hayamos sus puntos débiles y descubrimos que no es invencible. Pero esta es una verdad conocida por todos, así que si pierdes hay que intentar no hacer un ridículo espantoso».
Yo convivo con mi enemigo. En ocasiones asalta el salón de casa como un viento furioso. Le da igual que esté acompañado o viendo la televisión. Me clava su mirada y lanza un florete que recojo. Y ahí estamos los dos a distancia esperando esa serie corta de ataques que bloquearemos alternativamente.
-Put the blame on Mame, boy…
Nos conocemos bien. Él rompe, cubre, fondo y vuelta la guardia hacia delante desequilibrando el cuerpo. Paso resbalado: uno, dos. Bloqueo e intento un toque con oposición. Todo es muy rápido. Cae al suelo el jarrón azul. ¿Passata sotto? Bloqueo, bloqueo y marcha con el cuerpo en flecha.
-Ahora veremos si es usted un caballero o un paleto.
Rompe y con un gesto furioso consigue un toque con coupçe. La primera sangre. Grita de júbilo arrojándose, victorioso, sobre el sofá. Yo de pié me lamento. Hace tiempo que perdí la cuenta de las veces que me ha vencido la soledad.
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