miércoles, 17 de enero de 2018

129. SIN VOS NO SOY NADA, de Ana Fúster

Era Zarzalejo del Altozano una muy principal villa que albergaba a los caballeros cuyos títulos la distinguían. El duque de Zarzalejo y el marqués del Altozano tenían a gala una noble amistad forjada en cien batallas.

Pero quisieron las Parcas enfrentar sin remisión a sus primogénitos. Su primera escaramuza aconteció en la adolescencia por un quítame allá esas pajas, como es lógico, y se saldó con unos cuantos tolondrones. El siguiente duelo se libró a florete y a primera sangre, concretamente la de la bella Elvira. Altozano ganó lance y doncella, y desde entonces una inquina virulenta anidó en Zarzalejo. Retaba a Altozano de continuo, por cualquier fruslería y con armas afines al conflicto. Renombrados fueron sus duelos a tenazas de capar cerdos por quién poseía las piaras mejores, o a fustazos por cuál de sus monturas tenía más fina estampa. Aunque Zarzalejo siempre demostró una superioridad manifiesta, nunca infligió a su contrario heridas graves. Hasta la infausta noche en que se batieron a espetones por discernir quién ofrecía banquetes más suculentos. Zarzalejo resbaló y ensartó a Altozano, que falleció al alba.

Cuentan las crónicas que, desposeído de razón para vivir, Zarzalejo murió semanas después aquejado de una inconsolable melancolía.

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