Tras el velo de la locura, encuentro su mirada. Esas pupilas que
irradian un amor intenso, eterno. Siento los últimos latidos de mi
corazón. Evoco cada momento de felicidad compartida y muero.
Mi alma escucha el murmullo creciente que termina en un grito
desgarrador. Una voz se alza imperiosa.
_ ¡Juan! ¿Qué has hecho?
El director deja el patio de butacas. Corre. Llega al escenario. Se
abre paso entre los actores. Retira el pañuelo de mi garganta y agita mi
cuerpo. Intenta devolverme la vida. Es inútil.
El protagonista pregunta aturdido
_ ¿Por qué me decís Juan?
Y añade desafiante.
_ Soy Otelo y he vengado mi honor.
El desconcierto general queda roto por alguien que dice: Voy a llamar a
emergencias.
Todos se vuelven hacia el actor principal que continúa con la
representación.
Ensayo tras ensayo, los personajes nos ganaron. Hace semanas que no
interpreto. Soy Desdémona. Y en este último acto, Otelo comprende que
nunca le fui desleal. Que las intrigas y mentiras le cegaron
entendimiento y razón. Llora. Maldice. Desespera.
Pronto se reunirá conmigo. Nadie podrá evitar un desenlace trágico
escrito mucho tiempo atrás porque ahora sé que la vida es puro teatro.
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