domingo, 29 de enero de 2017

96 - MIÉRCOLES DE CENIZA, de Juancho Plaza

El viejo Shylock saca del arca del hielo una de las porciones de carne, de una libra exacta, que conserva desde hace algún tiempo. Se encamina hacia la cocina para llamar a su maritornes, que acude rauda a su mandato.
—Prepárame esta pieza para la hora de comer. Lo suficientemente hecha para que no sangre, pero tan cruda que no deje de estar jugosa.
—Sí amo, igual que siempre. Cómo le gusta repetirlo todo…
—Y déjala descongelar al sol, que esté bien atemperada cuando llegue la hora de enfrentarla al fuego. —Menuda novedad…
Poco después sale a conducir las empresas que comparte con su nuevo socio Antonio, ahora en ultramar. Pero primero, como cada mañana desde que abrazó la fe cristiana, se desvía hasta la iglesia de San Giacomo. Antes de que el sol sobrepase el puente de Rialto atraviesa el pórtico y se sume en la oración. Hoy, porque empieza la Cuaresma, va a la sacristía para satisfacer la bula y pedir la confesión. El vicario premia la dadivosidad del converso y tras el «sin pecado concebida», duda, ante la verdadera naturaleza del «viaje» de Antonio, entre sustentar su sacerdocio o llamar a la justicia.

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