domingo, 22 de enero de 2017
64 - JUGAR A MORIR, de Belén Sáenz
Julieta se despereza. Consigue despegar los párpados y que el latido de
la vida espante la palidez de su rostro. Se incorpora para rehuir las
sábanas frías, mortaja fallida que añade triunfante a su calendario.
Regresa del viaje con la boca pastosa; el olor ácido, limón, le refresca
la memoria. En el suelo están la cucharilla ennegrecida y la
jeringuilla, y siente el vértigo de haber sido capaz una vez más. Desata
la tira de caucho cuarteada que le ha irritado la piel del antebrazo. A
su lado yace Romeo, el camarero del bar Verona. Es un sudaca, pero está
bueno. Recién llegadito de un poblacho minero de quién sabe dónde.
Virgen. Ni siquiera se había fumado nunca un canuto. Es una monada, su
piel cobriza no parece acusar la mierda que se han metido en vena.
También ha abierto ya los ojos, así que le sonríe y se acerca para
besarle en los labios. Pero son unos labios definitivamente muertos. Y
entonces ella, con total lucidez, busca un cuchillo y lo clava en su
propia garganta, como si esa noche no mereciera otra cosa que un final
de historia de amor eterno.
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