En la peluquería «La Juli», dos clientas habituales hablan animadamente sobre sus parejas:
—Al mío hay que azuzarle, es incapaz de actuar por sí mismo, le falta ambición… Sueña con ser director general de la empresa, pero si no es por mí, no movería ni un dedo.
—Pues a mi morito no sé qué le pasa, anda revuelto, me hace rezar por las noches por un pecado que dice he cometido.
—Pero si tú eres más pura que el agua bendita— dice la joven propietaria de la peluquería.
—Ya, eso es verdad… Oye… y tú, con esas mejillas coloradas, ¿en qué andas metida? Se te ve despistada…
—Ay de mí… He conocido a un chico maravilloso, pero es el hijo del que lleva el taller Braulio y ya sabéis que mi padre…
—Sí, Pepe, de taller Pepe, en frente del taller Braulio, una porfía legendaria… —espeta la mujer mayor…
—No te cachondees, pobre niña…
—No, déjala, tiene razón, esos dos no se arreglarán jamás, nuestro amor es un imposible… Bueno, ¿qué tinte quiere, señora? ¿Le apetece algo diferente esta vez?
—Échame un tinte trágico.
Desde la calle se oyen las carcajadas de las tres mujeres…
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