martes, 31 de enero de 2017

109 - EL JURAMENTO DE YAGO, de Luis Miguel Martínez

Me llamo Yago y aunque sé que mi honor quedará manchado para siempre sin remisión, quisiera a través de estas escuetas líneas demostrar lo excesivo de tal castigo. No se trata de justificar mis acciones, tan sólo de aclarar ciertos detalles referidos a los sucesos que devinieron en la conocida tragedia. Sí, admito mi culpa, pues si yo no hubiese prendido la llama de los celos en el corazón de Otelo nada de aquello hubiese ocurrido. Por eso soy culpable y sin duda merezco un castigo, no sé cuál, pero en absoluto el de vagar por la eternidad con el lastre de la iniquidad que se me atribuye. No negaré que odiaba a Casio, la envidia me cegó y aún sigo creyendo que era yo quien merecía el cargo de lugarteniente antes que él, tampoco diré que no intenté desprestigiarlo con todas mis fuerzas ante Otelo, a quien mucho aborrecí; sólo quiero afirmar con rotundidad, ahora que el tiempo con su mágico bálsamo ha aligerado en parte la carga de mi zozobra, que yo no maté a Rodrigo, quede esto claro, y también, que Desdémona y Casio no fueron inocentes. Sé que se amaban. Lo juro.

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