Madre mía, ¡Qué hombre! Ni a la peluquería me deja ir, que ya parezco la
pelos, con esta melena a tres colores y la permanente desvaída.
─ Para mi estás muy guapa mujer. ¿O es que te preocupa lo que piensen
los demás hombres?─ me decía el Moro como lo llamaban mis hermanas a mis
espaldas porque decían que era el hombre más celoso del planeta.
─ Pero que no, mi amooooool le decía yo con mi tono cubano que tanto le
gustaba, yo sólo quiero estar guapa para ti, papitooo.
Al principio me gustaba que fuera así pero ya estaba empezando a
cansarme de tanta inseguridad y tanto espionaje, parecía un agente
secreto, caramba.
La tragedia se desató el día que pedí una pizza barbacoa para cenar.
Había ido a la peluquería y me habían dejado muy mona la media melena
con mechas. Cuando abrió la puerta salía el pizzero, que se había
entretenido un segundo con una llamada de móvil.
Yo estaba bien maquillada y él era un guaperas de gimnasio de pelo rubio
nórdico.
El cuchillo de trinchar el pavo le atravesó la yugular.
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