Polonio camina con brío cruzando la corte. Más tranquilo, sin duda se
encuentra después de la conversación mantenida con Rosencratz y
Guilderstern. Llegará a tiempo para espiar a Hamlet en su alcoba. De
Ofelia, su hija, poco que decir, se encuentra en su habitual estado de
colapso.
- “Debéis aclarar para mi, ¡oh, vosotros reales escuderos! lo que ocurre
con la locura de Hamlet. Es preciso que sonsaquéis más información. Mi
hija se casará con ese gañan”
- “¡Si, mi señor, descuide! Estamos bajo su servicio”, aclaran los
escuderos.
Polonio pues, sin tiempo, se apresura en la alcoba. Desorientada,
Ofelia, no ha visto a su padre, que a escondidas se sitúa detrás de las
cortinas.
Hamlet irrumpe desquiciado en su cuarto. Ofelia cae en sus brazos.
- “Querido, ¡Quiéreme o dame muerte ahora!”
- “¡Cállate, insensata! Un momento, ¿Qué son esos ruidos, de donde
provienen?”
Hamlet, correoso, espada en mano, desplaza las cortinas. Allí están
Rosencratz, Guilderstern, y en el otro lado, Polonio el inepto.
Polonio los mira en señal de sorpresa y exasperación.
- “Tiene cojones, menuda cuadrilla de escuderos de pacotilla que sois.
¡Hala, ahora por listos, os mataré a todos!...y ya estaba para
acostarme”, les incrimina Hamlet.
!Muy divertdo!
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