Romeo se despierta al fin, todavía un poco intoxicado. Cuando su
padre le comunica que ha pasado veinte años durmiendo profundamente,
sólo se acuerda de Julieta. ¿Se habrá quitado la vida por amor? “¡¿Dónde
está Julieta?!” ¿Será esa joven que está a su cabecera? Pero la madre
le confiesa la verdad: Julieta se olvidó de Romeo y se casó con su
pretendiente Paris y esa joven es la hija que tuvo con Rosalía.
Capuletos y Montescos son ahora familias amigas y dentro de un mes se
celebrará la boda de su hija con el hijo de Julieta. Romeo llora: el
mundo se ha trastornado. ¿Será una pesadilla? Quiere volver a dormirse
eternamente. Julieta, esa perra infiel. Su nombre le da nauseas, su
recuerdo le envenena, su retrato le es odioso y lo destroza. Julieta
debe morir.
Al mes se celebra la boda. Romeo, ya restablecido, finge su papel
de padre feliz en el banquete, se sienta con Julieta y la vuelve a
enamorar. “A media noche en el balcón, amor mío”, le susurra con odio
Romeo mientras le vierte un veneno en la copa. Romeo sonríe: el mundo ha
vuelto a su sitio. Montescos y Capuletos vuelven a ser enemigos.
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