Hamlet, el secreto de tus manos tomando mi piel despacio, esparcidos en
ti mis cabellos de fuego… Me hiciste perder la razón, Hamlet, pero me
diste otra.
Hamlet, hijo de rey del mismo nombre, tú vengas a tu padre muerto y por
error en tu vendeta mataste al mío. Yo no quiero más sangre que la que
me hiciste esa noche. Tu hijo no tendrá padre, ni abuelo. Su madre no
será más inocente, pero sabia y fuerte en su infortunio, resuelta a
cambiar el rumbo, a ir contra corriente en lugar de volver a ahogarme en
ella, a callar las bocas y forjar un nuevo árbol genealógico desde las
raíces, semilla nueva, y agua también, que crece hoy en mi vientre.
Llamadme loca si queréis. La ninfa vestida de blanco con sangre en el
refajo. “Palabras, palabras”.
“Yo soy Ofelia, la que el río no retuvo”. Yo soy la decisión
desgarradora. La mujer con alma de niña y fuerza de madre. “Ser o no
ser, esa es la cuestión”. Soy y serás. Seremos los dos, hijo, esa es la
respuesta. Yo soy Ofelia , la que el río no retuvo, y nadie más lo hará.
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