-Bendita tú- le dijo- que eres como una balsa subterránea- No hubo más locuacidad, se sonrojó, y se diluyó en el agua mansa.
La sirena quedó sola al pie del alga sinuosa, el pez era escurridizo, las escamas verde oro se deshacían entre sus dedos,
-Te quiero porque me abandonas- dijo ella, mientras meditaba si sería cierto.
Por eso se quedó en el fondo del arroyo.
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