Las calles de Venecia recogen ecos de muerte de la hija de Brabanzio: Desdémona. Recelos de Yago a Casio; fue nombrado lugarteniente de Otelo, no él. Con voluntad hipócrita consigue que el Moro lo despida del cargo.
Casio, sin resignarse, recurre a Desdémona que intercede. Yago suscita inquietud en Otelo aprovechando esa visita a Desdémona.
Otelo, perplejo, solicita a su esposa el pañuelo que le regaló. Es tarde, Emilia lo entregó a Yago, se lo pidió reiteradamente; Yago desata sospechas en Otelo que mata a su esposa. Comprobada su inocencia, se suicida. Acaba la representación.
Le gusta interpretar a Otelo. Ahora el carnaval veneciano lo llama.
Ya disfrazado escucha una megafonía; será el último. Tienen destinados mejores festejos para el inicio de cuaresma. Los nobles no necesitan ver al pueblo, ni este escapes para evadirse del gobierno. Alegan que en esos días hay demasiados turistas amantes del espectáculo manipulados, y pobres alejados de la ciudad.
Ofrecen cifras del setenta por ciento de indigentes que no callan. De, “uso mediático.” No soporta escucharlo. Lleva semanas preparando su Otelo y los disfraces. Cuándo su madre, disfrazada de hada, bailará con su padre vestido de caballero. Los escucha hablar de divorcio a escondidas.
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