Su cara descompuesta, sus ojos inyectados en acusación y su boca llena de desprecio vaciándose: Desdémona.
Mi cuerpo vencido, mi llanto, mi miedo. Desdémona. También mi desconsuelo. Nada me importan ya sus acusaciones, qué más da si no son ciertas. Él así lo ha creído y así me lo demuestra. Ya otra ocupa mi sitio, otra reina en su pensamiento y de otra sale el nombre por su amada boca. Desdémona. Cuánta belleza en ese nombre antiguo, seguro su dueña será igualmente bella. Será fuerte, será perfecta.
Se acerca y le recibo. Me rodea con sus brazos, más no es amoroso abrazo, es gélido retener. Nuevas acusaciones. Por mi parte, una sola pregunta: ¿la quieres? Confusión, sus ojos aún más espantados interrogan ¿A quién? A esa que tanto nombras, mi rival sin batalla: Desdémona.
Triste risa cae de sus labios, sus manos suben desde mi cintura, pasean por mis pechos. No se detienen, llegan a su meta, mi cuello. Cuello idolatrado y mil veces besado, ahora papel viejo.
Mientras lo rompes, intuyo tu cara descompuesta, tus ojos inyectados de acusación y tu boca llena de desprecio que se derrama: Tú, maldita adúltera, tú eres mi Desdémona.
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