La joven actriz salió a escena e interpretó el papel de Julieta con la
misma pasión que había puesto en todas las representaciones anteriores.
Sin embargo, salvo por su belleza, esa Julieta poco se parecía ya a la
inocente Julieta que tres meses antes había debutado en el teatro.
Empezaba a cansarse del papel que le había tocado en el arte de la vida y
de las insistentes llamadas que, a partir de medianoche, el consagrado
actor que hacía de Romeo realizaba a su habitación.
Por eso, al final de la función, después de despertarse de su aparente
muerte y encontrarse el cuerpo inerte de Romeo a su lado, sintió la
necesidad de improvisar un monólogo insólito:
–Romeo, mi Romeo. ¿Qué te sucede? ¿No respondes a mis palabras? ¿Acaso
has muerto por mí? ¿Cómo puedes ser tan estúpido? Pues no estoy
dispuesta a morir por ti ni una noche más. Tampoco me meteré en un
convento ni volveré a abrirte mi alcoba.
A continuación, Julieta arrojó el cuchillo con el que debía haberse
suicidado y, sujetándose el vestido con las manos, bajó del escenario
para recorrer el patio de butacas y, ovacionada por el público, salir
del teatro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.