— ¿Y es posible hacer el humano perfecto, sin fallos en su conciencia,
natural por origen, sin máscaras ni falsos reflejos?— Preguntó la joven
bruja a la negrura en la esquina superior de su cuarto, a la voz que
dentro de su mente resonaba.
— Claro que sí, Sycorax.
— ¡Oh, qué gratísima alegría! ¡Qué divino ángel sería ese, que me
salvara de esta casa de falsos! ¡Argel: hogar de cerdos engreídos cuya
esencia desconocen y se creen superiores a todo por ello! ¡Te he hablado
por ello! ¡Sabes lo que siento!
—Así es, muchacha. He visto cómo te tratan; no hablas mentiras.
Entrégate a mí, y de nuestro amor ese salvador será tu hijo, orgulloso
fruto de tus deseos, y liberaráte de tus penosas cadenas.
— ¿Será posible eso? ¿Crees que mi humilde vientre albergaría a ese
semidiós, luz que brilla en las luces, liberador de los prejuicios, de
los abusos, de mis males y los del mundo?
— Será lo que quisiste, Sycorax — Respondió la voz monótonamente. La
mujer, inconsciente, no lo pensó dos veces.
— ¡Tómame entonces espíritu! ¡Tómame y llévame a la liberación!
La sombra nocturna se expandió y cubrió la habitación en pleno día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.