Amado William: ¡Aún se estremece mí cuerpo reviviendo nuestro último
encuentro!
Mi esposo, Petruchio, ha partido a visitar sus posesiones en Verona. Qué
feliz y confiado galopa tras mis candorosas despedidas. Qué gran
ingenio el vuestro, festejando su hombría públicamente, permitiéndole
alardear ante todo Padua de amansar mi carácter y domar mi voluntad. Qué
bien tejisteis este velo de fingida mansedumbre que oculta nuestros
encuentros amorosos. Desempeño el papel de sumisa esposa que vos
escribisteis para mí, me dejo agasajar por él, mientras me entrego a
vos. Además de gran amante sois gran conocedor del género humano, viendo
lo sencillo que os resultó cegarle de vanidad. Preparad pluma y
pergamino, amado Shakespeare porque esta noche cuando hayamos agotado
nuestra pasión, debéis responder varias misivas. Julieta, Desdémona,
Crésida, todas ellas han escrito, según lo convenido, detallando sin
recato sus apasionados encuentros con sus jóvenes amantes. Os agradecen
vuestra protección, ocultándolas en papeles secundarios de dóciles
doncellas. Vuestras recatadas protagonistas os revelan confidencias para
futuros versos que sospecho que el pudor os impedirá reproducir. Os
prometo que esta noche, os proporcionaré las más ardientes líneas que
vuestra pluma haya trazado. Los amantes os leerán durante siglos.
Catalina. (Vuestra fierecilla indomable)
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